Con esta historia vuelvo a calzarme los 18 años, edad ideal para que nos sorprenda todo lo que aparece tan normal, en otras edades. Claro ahora soy too un señorito, estrenando mis 30 años, etapa para la introspección, desempolvar algunas vergüenzas que a esta altura son anécdotas cómicas o talvez no tanto, pero por lo menos me puedo reír de ellas.Como les decía estrenaba mis 18, estrenando mi condición de estudiante universitario de ingeniería en la ciudad de Córdoba. Todo era nuevo en ese momento novedoso, me llamaba la atención los brillos de la ciudad, su arquitectura, la noche, mujeres, y todo lo que rodea a quien tuvo la oportunidad de trasladarse a una provincia distinta de la que veníamos transcurriendo nuestra preadolescencia.Comienza el trajín universitario, esos grupos de estudio con gente a la que recién conocemos, nuevas costumbres que están relacionada con este cambio revolucionario que trae aparejado esta experiencia. Las tardes de mates, que aunque nunca me gusto, uno necesitaba sentirse perteneciente a un grupo y estos rituales de criollos, mates y conversaciones que desvariaban entre la incoherencia y la necesidad de comunicarse, de sentirse propio a la comunidad matera. Recuerdo que por coincidencia forzada, talvez, me toco vivir en el barrio jardín, ubicado a unas cuadras de la ciudad universitaria. Mi personalidad y conducta no era la de un explorador que se dedica a incursionar por lugares, ajenos a mi residencia. Un poco de autismo heredado jugaba a favor de esta situación. Era un tipo casero, me sentía muy cómodo en mi lugar y evitaba salir de mi circulo.Pero como suele pasar, la necesidad nos hace conocer. Nos empujan a la intemperie de lo desconocido. Todavía me acuerdo que estábamos en febrero, cursando el dichoso cursillo. Lugar prematuro para las futuras relaciones que en los mejores casos, se convierten en relaciones que nos llegan a durar toda la carrera, y a la vez nuevos y futuros amigos para las actividades extrafacultativas.Una de las primeras actividades de este cursillo era formar grupo, discutir un tema y al mejor estilo del secundario, exponer frente a la clase. Exponerse uno frente a desconocidos, afloraban todos los traumáticos momentos que meses atrás, como estudiante de bachillerato, en que teníamos que enfrentarnos a todos nuestro compañeros, exponiéndose a las bromas mas ridículas e hirientes, propia de una edad poco estabilizada e inmadura.todo eso no iba a cambiar en el cursillo de ingeniería y en la segunda clase ya tenia que pasar vergüenza ahora con desconocidos , en una clase tan federal, con distintos exponentes de los lugares mas remotos de nuestro país. Debo admitir que mi timidez es algo que ,a base de terapia pude superar, pero que a los 18 y con toda la movida que les vengo relatando era todo un tema. Por suerte el grupo que me toco, no pecaba de extraordinario pero a la vez era un arma de doble filo. Sebas, un fumador empedernido, oriundo de la provincia de Misiones, no paraba de encender cigarrillo tras cigarrillos, y muchas veces llamábamos su atención por que siempre dejaba uno olvidado en el cenicero mientras llevaba uno nuevo a la boca. Roque, un salteño que era la reencarnación de Arguiñano con Calabresse, era un pibe que cocinaba de puta madre y con lo que encontraba en la heladera. Hábil para mezclar sabores de cosas que conciente uno no lo haría pero que para la dieta del estudiante era indispensable conocer esos secretos y así prosperar nuestra supervivencia. Y Malena, la única mujer del grupo. Odiaba que para llamar su atención alguien le cante el tango homónimo y que de esa manera despertara la atención de los hombres de la clase. A tener en cuenta que esta carrera esta plagada de hombres, va por lo menos cuando la curse.Esa tarde de febrero luego de una aleatoria presentación, nos propusimos reunirnos en la casa de Malena, en el barrio de alta Córdoba. Me costaba salir mucho de casa. Ni que hablar de tomarme un colectivo, solo llevaba un par de días en la ciudad y esa anunciaba un desencuentro con el destino fijado por el grupo. Autosuficiente, con esa condición de privilegiado que uno siente a los 18 años decidí que iba a llegar sin ayuda al lugar fijado.Entre preguntas y preguntas ya conocía la letra del colectivo que me llevaría, espere media hora, era un domingo y en los bares todos gritaban el gol de algún súper clásico que se estaba disputando. no había nadie en la calle Y yo sin saber, con precisión, hacia donde carajo me dirigía. Con una demora de media hora y ya arriba del colectivo lo primero que hice es aferrarme a la compasión del chofer. Le explique que quería bajarme en una avenida determinada y el contesto “no te preocupes facha, te aviso”. Me senté en el lugar que esta destinado para los viejitos, señoras embarazadas y demás, como para que el tipo no olvide mi cara y su promesa, implícita, de llevarme hasta mi pedido. El colectivo no estaba lleno pero había una considerable cantidad de personas que se iba renovando en cada parada.15 minutos de viaje y aquellos que emprendieron la travesía conmigo ya no estaban. Mientras tanto yo, un poco ansioso, seguía confiando en las palabras del conductor.30 minutos y si antes conocía por nombres algunas calles las que iban apareciendo no las había visto en el nomenclador. Previamente le había preguntado un par de veces al chofer. El me dijo”quedate tranquilo cabeza, yo te aviso..en ese momento sube una anciana, su cuerpo pedía a gritos un asiento y yo, muy comedido me apresure a dárselo, ubicándome cuatro butacas atrás, lejos de la mirada del conductor. Segundo grave error. Uno confiar en un chofer y dos alejarme del espejito por donde, de veces en cuando relojeaba para llamar su atención.Comencé a disfrutar el paisaje y con el walkman al palo me perdí entre las imágenes que iban pasando por la ventana80 minutos de viajes y el colectivo vacio se detiene. Con apuro encare al chofer, tratando de buscar una respuesta que a esta altura ya intuía su descargo-Uhhh.. facha, me olvide de avisarte. Mi cara de resignación no podía hacer lo que mis manos deseaban. Estrangularlo hasta que por sus ojos le salga gasoil. A todo esto sube el chofer de otro turno para encargarse del pesado rodado. Obviamente que se me cagaron de risa en la cara. Ellos sabían que había una solución y yo no sabia con que darle a los dos. Estaba en medio de la nada, en un barrio que vaya a saber cual era el nombre. Como tenia que ser la vuelta no significo un cospel demás pero me dijeron que me iban a “hacer la gamba” y dejarme cerca. Cerca las pelotas!!!! Me tiraron en unas vías a media hora de la casa de Malena. Cuando llegue el grupo había terminado, por falta de material que tenia en mi poder.Malena se ofreció a acompañarme a la parada que me llevaría de vuelta a casa. No quise saber nada le dije que me indicara por que calle tenia que bajar, prefería perderme caminando que arriba de un colectivo. Es así amigos que el peor domingo me la pase entre colectivos, barrios desconocidos, choferes desinteresados e incompetentes y obviamente una nueva perdida de vuelta a casa pero estaba vez en dos pies...

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