VERGÜENZA por Mariela
Palabra vergonzosa por si misma. Podríamos definirla como: “turbación del animo causada por el miedo a la deshonra y el ridículo” si nos dejáramos guiar por la definición de La Real Academia Española pero, para estas paginas, voy a traer a la memoria la definición de mi mamá: “¡vergüenza es robar!”. Sea como sea, la palabra vergüenza encaja en muchas oportunidades y, a veces, nos exime de tener q ponernos en otras.
He aquí un par de oportunidades en las que sentí vergüenza, aunque no haya sido robando, y que, por alguna extraña razón, quiero compartir con Uds.
LAS DESGUSTACIONES EN EL SUPERMERCADO
Que vergüenza que pasaba cuando, por décima vez, iba a pedir degustación de “fideos POT” al stand de Knord. No crean q es muy fácil hacer caso omiso a la orden de un padre hambriento y obstinado cuando dice: “Andá a pedir mas fideos… queresss???”. Pobre de mí que, con mis 10 años y mis 80 Kg. encima, me acercaba a la góndola y quedaba paralizada con mi mirada inamovible sobre los fideos, aguardando la pregunta del millón: “¿querés probar nuestro nuevo producto?¿¡¡¡Gordita!!!?. “Si, gracias, ¿¿¿ le puedo llevar uno a mi papá, a mi mamá, a mi hermano y a mi abuela también???” Respondía mientras las sonrientes promotoras llenaban las vasijitas.
Nunca supe porque me mandaban a pedir a mí, la más chica de la familia, comida para todos. Y nunca entendí porque los promotores me la daban, hasta que un día cuando, a los 14 años, me acerque a un stand de actimel y me dieron, a pesar de haber pedido para todos, solo una degustación. La razón creo que era que ya no tenia mas cara de nena hambrienta, sino que ahora: “era una gorda pelotuda”...
LA PRIMERA MENSTRUACION
Los comentarios de mi mamá a sus amigas diciendo: ¡Ay! Mi nena no es señorita todavía… ¿no tendrá algo mal? ¡¡¡¡A ver mami!!! Estoy al lado tuyo… ¿que me importa si a la Sonia del frente ya le vino? Además, ¡que linda forma de decirme que tengo el útero podrido!
Por suerte, finalmente, me convertí en señorita. Pero lo peor de todo creo que fue cuando mi mamá le dijo a mi papá. Los dos lloraban mientras yo, claro, me retorcía de dolor y conocía la vergüenza de no saber donde poner el tampón, de no encontrar “la vía adecuada” y tener que pedir auxilio a una compañera del colegio que, amigablemente, se ofreció a mostrarme como hacerlo. Ya de mas avanzada edad supe que esa amable compañera, cuando me cambie de colegio (aclaro, no por razones femeninas) recibiría el rotulo de: “torta” “panqueque” “tortilla” “trola” “lesbiana” “fiestera”, entre otros, por aquel incidente en el baño y tendría que vivir su secundario a la sombra de un tampón. Lo positivo es que, por suerte, ¡era mini!
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